Las palabras unen al grupo acentuando la unidad común por acuerdos pactados o premeditados o por mera inercia. La confirmación puede ser disimulada o sincera en un trato igual, aunque se disfrace para pertenecer buscando así el apoyo de sentirse parte de un espacio mas allá de la propia burbuja aunque sea para compartir la idiotez del de enfrente y con ello establecer otros vínculos ya sean superficiales y pasajeros, sintiéndose temporalmente seguro.
Es la motivación extrínseca que presiona para un falso interés para no salirse del circulo ficticio. La presión del grupo (como unidad de mayor influencia), permite aceptar tratos y compromisos que no se realizarían individualmente, incluso el pensar de determinada manera a favor del mismo ya sea por amenaza o incompatibilidad. Se puede resumir en el vacío que supone la falsedad de la risa fingida o el contacto fuera de tiempo para hacer sentir bien al otro con una extraversión desmedida y en oferta, de venta al por mayor. Menos es más.
Creer en el vínculo como soporte de valía y de reconocimiento principal, subyace de la mentira propia esperando que la escucha puntual del otro desinteresadamente dé claridad a tu esquema mental y con ello sobreestimar tal acto, cuando nada empezó con un verdadero «que tal» y al volverse, se olvidará del peinado del otro hecho para la ocasión.
Esperar la consolidación continúa de lazos es un engaño a las propias sensaciones, necesidades y evolución vital, salvo compatibilidades internas y aprecios sanos que por necesidad y bienestar se elijan mantener. Las experiencias configuran esas elecciones. El alejamiento directo o sutil se penaliza como un rechazo a la identidad del grupo creado y así mismo a la personal, siendo una ofensa irreparable por perder la validación externa del mirar sin mirar en la charla y del escuchar con el interés de encontrar el hueco donde ahondar y establecer su propia superioridad moral, con la prepotencia suficiente para convertir ésta en palabras de espada con filo trasero.
La lucha de poder obligada y/o percibida, fuerza la adaptación para seguir permaneciendo en el cerco grupal, en el que la inyección de dosis de aporte personal es variable hasta desvanecer en el abandono y la indiferencia total.
La palabra se transforma, se adapta, se rompe y se manipula para proyectar superioridad, estableciendo así roles significativos de los que guiarse y en el que los demás se deslizan como tobogán si no les supone esfuerzo ni análisis de más. Siendo la comodidad que presta el «que entiende» abrazada como gurú y como pilón básico, que une los espacios personales con el optimismo «progrupo» a costa de la independencia y el disentimiento donde el espacio se transfigura como «secta» del agrado y la palabra idónea. Confundir la idea de conexión y confianza real con el acariciar el asiento ajeno en pro de que sea devuelta, hasta que uno de ellos pierda la cuenta y se salte la regla de la superficialidad como entretenimiento.
Citando a Aleksandr Solzhenitsyn: «Sabemos que nos mienten. Saben que nos mienten. Saben que sabemos que nos mienten. Sabemos que saben que sabemos que nos mienten. Y, aun así, nos mienten».
El enriquecimiento en el uso de la palabra es real.
Estrechar el lazo con la palabra sencilla, la sonrisa abierta y los ojos sin entreabrirse. La apariencia es similar al fondo.
La comunicación es necesaria y vital en lazos íntimos donde existe un proyecto o camino en común, sin que las taras aprendidas le eche el cerrojo al paladar y solo salga silencio y vaho.
La palabra bien jugada dignifica y edifica. Construye y consolida. La palabra dicha a tiempo como bálsamo proveniente de un hechizo en la cuenca de montes sagrados, guardado en un frasco de tapón de madera y colgante de raíz en la entrada del portal
Retratar tu visión con la del otro a través de la palabra y de los sentidos. En un simple momento, sin un disfraz de cantidad-calidad cuidando el trato y el sentido de repetir sin que ello obligue a cláusulas de permanencia.
Enaltecer la conexión firmada con una sonrisa y los párpados ligeramente relajados.
La firma de estar sin desordenar ni entorpecer.
«El contacto no construye la palabra, sino el motivo» ®